Por César Herrera Palacio
El escritor cordobés, José Luis Garcés González, reconocido como uno de los grandes intelectuales del momento en nuestro país, acaba de hacer públicas sus Analectas.
José Luis Garcés, fue profesor destacado de la Universidad de Córdoba, exdirector de la Casa de la cultura de Montería y, en la actualidad, es el director del periódico El Túnel y el más influyente escritor del departamento.
Las Analectas son las charlas que Confucio dio a sus discípulos y que hoy, en nuestra lengua, se define como «colección de trozos selectos de materias literarias», según la RAE.
Esta obra es la constatación de las inquietudes culturales, sociológicas y políticas del autor; con ella se nos presenta la visión de un pensador que ha querido permanecer al margen del prurito de figuración de los intelectuales centralizados en la capital del país y esto lo ha convertido en amigo de todos y en una de las figuras de referencia de nuestra región Caribe.
Garcés González lee y escribe todo el tiempo. Escribe sobre todo lo que lee y lee todo lo que cae en sus manos. Su obra está compuesta por más de veinte libros en diferentes géneros literarios y, cada cierto tiempo, nos entrega el producto de sus investigaciones o entrevistas a personajes destacados, como Adolfo Pacheco, en las páginas de El Espectador.
Me había ocurrido solo con Montaigne que, cuando deseaba leer sobre cualquier tema específico: la tristeza, el amor, la guerra, la monstruosidad, los coches… solo necesitaba abrir los ensayos completos del destacado ensayista de la literatura francesa del Renacimiento. La gran lección de Montaigne fue la exhaustiva documentación y la sencillez expresiva. Estos dos preceptos, y la variedad de temas, se hallan en las Analectas de José Luis Garcés; pero cuenta con el condimento de la picardía caribeña y el humor fino. De modo que el lector pasa de los Apuntes acerca del Discurso del método de Descartes a un Breve ensayo sobre los pies, que no es un inofensivo divertimento y que recorre la historia de los pies desde la mitología y la literatura hasta la anécdota de los niños campesinos que los calzan con sus primeros zapatos para la Primera comunión:
«Fueron los primeros mártires infantiles de la religión que ni siquiera conocían. Regresar a la casa era una felicidad; sacarse los zapatos, el mismo cielo. Si es que no se los habían quitado en el camino y los traían en las manos. ¡Pobres pies, cómo sufrían!». Habla de la fama de estos: «Los pies tienen mala fama y son, en un alto porcentaje, pésimamente tratados. Se los discrimina. Se los considera sucios, infectados de pecueca y portadores de muchos hongos y bacterias, y éste es un criterio erróneo, pues, como está comprobado, muchísimas más bacterias tienen la boca y sus alrededores». Garcés González le recuerda al lector que hay pies que «escriben, pintan, tejen, pulsan la guitarra, suenan la percusión, manejan autos, dan conferencias…».
Aparecen en las Analectas curiosidades como que Marx escribió poesía y el Marqués de Sade estuvo veintisiete años en la cárcel y críticas sociales como: «El deporte comercial doblega a la ciencia. Gana centenares de veces más una estrella del deporte que un científico de toda la vida o que un filósofo o un escritor de fondo».
A finales de los años ochenta el argumento Caballo viejo, de Garcés González, se puso de moda cuando fue adaptado para televisión por Bernardo Romero Pereiro y todavía recordamos la entrañable novela Entre la soledad y los cuchillos, merecedora del segundo premio de novela Plaza y Janés (1985).
Su filosofía y su estilo permanecen en los textos de esta nueva obra. En esta no solo habla de Mayo del 68: la revolución del delirio, sino del Amor de gato, en el que rastrea una considerable cantidad de obras literarias y pictóricas que honorifican al felino, de autores tan respetables como Baudelaire y Joan Miró, entre otros. El gato fue el héroe, dice el autor, durante la peste del S. XIV, en Europa, que mató 40 millones de personas.
Garcés González incursiona en la cultura y las costumbres de las sabanas del río Sinú con ensayos como Catorce textos de pensamiento y literatura para hablar del sombrero vueltiao zenú y Yo no conocí a los Beatles:
«En esa época hacían en Montería, Colombia, el Festival del Río Sinú. En la Avenida Primera se congregaban conjuntos y bandas, piteros y cumbiamberos, gritadores de monte y de zafra mortuoria; ¡ah!, y se elegía al Rey de los Malucos, cuyo monarca indiscutible y continuo era José Manuel Reales, oriundo de Barranquilla, alias Caraʼ e Guante. A los Beatles, que no tuvimos, los reemplazaban con creces los porros María Varilla y El Binde. Luego nos dimos cuenta de que el porro sinuano y sabanero se semejaba al jazz, y que sin usar la letra para contar una remachada historia de amor, lo del porro era pura música, armonía de sonidos, y que pese a ser popular estaba en las cercanías de lo clásico».
Un texto sobre la idiosincrasia costeña es El temperamento costeño y su ubicación ante lo andino.
El escritor interpreta su tiempo con la claridad que le permiten el estudio permanente, la meditación y la experiencia; su inquebrantable disciplina lo lleva a navegar por los movimientos literarios. En esta ocasión se refiere al Trascendentalismo poético norteamericano del siglo XIX en sus doce cláusulas, en las que hace un llamado de atención: «…la palabra también puede ser una trampa. La pomposa o grandilocuente se derrite en su propia grasa. La humilde, si está bien ubicada, adquiere la belleza o la solemnidad que se cree no poseía. De pronto ese hombre canta a lo humilde con palabras humildes o sencillas. Y logra la grandeza».
Con su tono pedagógico y su estilo sobrio, piensa en el lector de la naturaleza humana y no en el crítico literario; por esta razón, ahora es modelo, en colegios y universidades, de buena prosa y claridad en la difusión de las ideas.
Entre las Analectas literarias encontramos un texto sobre la poesía del maestro José Manuel Vergara, otro sobre la obra de Guillermo Valencia Salgado, el compae Goyo, además del de David Sánchez Juliao; pero no dejó por fuera dos personajes fundamentales de la región sinuana: el burro y el río Sinú. Este, protagonista en un hermoso texto histórico y folclórico: Cartagena, la palabra que despertaba miedo, en el tiempo en que Córdoba pertenecía al departamento de Bolívar.
Para cerrar este encuentro con las Analectas de Garcés González quiero hacerlo con las palabras que le dedicó a José Manuel Vergara en el homenaje de 2010:
«…el poeta es un recolector de carbones encendidos, pero también de cenizas. Escribimos para el universo. Para el nacido y para el que todavía es sombra. Para aligerar la carga que llevamos dentro o para echarnos una palabra más sobre los hombros. Y bebemos, queriéndolo o no, de muchas fuentes. Vivas o muertas. De centenares de lecturas. Y luego, todo es un desafío por expresar lo que conmocionó nuestra entraña. En apuesta contra el lenguaje y contra el tiempo. Y aunque José Manuel Vergara no lo crea, alguien detendrá sus ojos en los versos del poeta que no está en nuestra cercanía. Entonces la resurrección desaparecerá entre las redes de la fábula. Y en el instante es un hecho. Quien te lee, te resucita».
Sabaneta, 7/10/20