CUENTOS FELINOS, CLÁSICOS PARA DEGUSTAR

Por  CARMEN AMELIA PINTO

 

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Cuentos felinos, la antología de cinco escritores caribeños colombianos, es una selección que demuestra que en esta región del país siguen existiendo buenos escritores.

Los autores, a quien los une la amistad y la literatura, tienen una característica especial: la calidad y la diversidad temática. Todos son reconocidos, con varios libros editados, premios otorgados y un largo recorrido en el mundo de las letras. Eso se comprueba en estos cuentos seleccionados.

Adolfo Ariza Navarro ―el primero por orden alfabético― es humorístico y filosófico. El coloquio de los ventiladores parece un tema fácil y un final lógico, pero tiene mucho peso en su trasfondo, casi un texto religioso. El hombre que no pensaba, es más de denuncia. El 98% de la humanidad actúa sin pensar. Y el que no piensa, termina mal.

José Luis Garcés González es más directo. Dos cuentos perfectos signados por la tragedia. Tienen algo o mucho de los clásicos griegos. Adriano, en Padre no había enviado manzanas, y Alejandro Barquini, en La muerte del filósofo, son esos personajes anti-héroes, que, como el Edipo de Sófocles, no pueden escapar a las imposiciones del destino. La narración es precisa y sorprendente en cada nuevo episodio. Hay caminos que se cruzan para atraparnos en la historia.

Tríptico de la decrepitud, de Raymundo Gomezcásseres, es largo, lento y sistemático. Así es la vida, y la desesperanza está bien descrita en esos personajes que esperan, y así, se va todo, hasta las palabras, que ya no alcanzan para contar el último suspiro, porque el tiempo siempre es más lento que la muerte.

Clínton Ramírez, el más joven, le apuesta a la vida moderna. En Todo aquel que anda de noche, estribillo de Lamento jíbaro, salsa clásica del Gran Combo de Puerto Rico, describe la vida bohemia de un bardo aspirante a intelectual en los bares y cabarets de cualquier ciudad del Caribe. Porque sí, como en la canción “todo aquel que anda de noche arrastrando sus cadenas, lleva un dolor en el alma y va ocultando una pena”, el protagonista quiere tomarse el tiempo en tragos largos, acelerar la vida porque todo es tristeza y olvido. Combinación perfecta entre la realidad burda y mercantilista de los comerciantes de placeres y el arte de la palabra para narrar la luz donde solo hay oscuridad y sombra. Aquiles derrotado de nuevo por la tortuga, una visión moderna de otro Aquiles y otra tortuga, en estos tiempos, en estos Estados donde todo se hace al revés. Aquí la palabra sirve para narrar y para poner el dedo en la llaga.

El último, Guillermo Tedio, sorprende con un cuento extenso y perfecto, Historia del bufón llamado don José Domínguez de Alamar; contado en primera persona, combina la narración con la descripción de una época que el autor no vivió, pero que estudió a profundidad para describir el espacio, la miseria humana, la oscuridad constante y presente en todo el cuento. No sólo en el palacio y sus alrededores, sino en todos los personajes que hacen la historia. La luz de la justicia no se enciende para el bufón, que, por paradoja, debe morir por el pecado de hacer reír. Sorprende el hilo conductor cómo se desenvuelve la historia de José Domínguez de Alamar. Él conoce las intrigas del poder, la traición y la desventaja de su aspecto, pero cree en el amor, ingenuo y tonto, hasta el último momento, cree en el amor. La destreza narrativa de Tedio nos transporta a esa época. Pero también nos dice que nada ha cambiado, que los reyes modernos son más crueles con todos sus bufones.

Cuentos recomendados para degustar y para aprender cómo se escribe la buena literatura.

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