LO BELLO DEL VELLO PÚBICO

EL ETERNO DEBATE: ¿DEPILARSE O NO?

Lo bello del vello púbico

José Luis Garcés González * / Especial para El Espectador

Un escritor y su divertida mirada a un tema muy íntimo.

Hugh Hefner murió el 27 de septiembre de 2017 y dejó un emporio erótico cuyo destino está por definirse./AFP

Para Hugh Hefner, vital y gozón.

El vello púbico, también llamado floresta, follaje, naturaleza capilar, pelos del pubis, hoy, por la manipulación de la moda, está en franco retroceso.

No hay duda, la inmensa mayoría de las mujeres, al menos en estas regiones y en estos tiempos, no gusta de sus vellos púbicos. Que son los menos públicos. Dijimos que por moda, me reafirmo. Qué lástima. No gustan de la caverna protegida. Rasuran sin clemencia el follaje natural, que es la parte más poética y misteriosa de la mujer. ¡Oh la depilación atroz! ¡Oh la tala inmisericorde!

En estas calendas, para muchas mujeres, mantener la vigencia del vello púbico es desaseo o porquería. Las he escuchado. Y no a una o dos. ¿No se han preguntado por qué la naturaleza nos dotó de vello púbico? ¿Y no se han interrogado para qué están las diversas presentaciones del jabón?

El periódico virtual El Español informa que en una encuesta hecha a 3.316 mujeres, publicada en la revista Jama Dermatology, el 83,8 % de las damas menores de 45 años le dijo sí a la depilación vulvar. Temi Rowen, ginecóloga de la Universidad de California, advierte sobre los peligros de la depilación para la salud, ya que el pelo en el pubis mantiene la temperatura vaginal, evita o aminora la proliferación de bacterias y protege del frote lesivo cuando se mantienen entusiastas relaciones sexuales.

Claro, lo de la rasurada no es nuevo. La historia recoge diversas formas de raspar el monte de Venus en las féminas. En la Grecia antigua, por ejemplo, para la depilación se usaban la vela, la cera, la piedra pómez, las pinzas y el alambre fino, entre otros medios. Hoy es la moda que impulsan desde los fabricantes de bikinis, monokinis, tangas y vestidos de baño hasta las transnacionales productoras de cremas depiladoras y cuchillas, cuyo filo surgió por primera vez en 1767. De tal forma que las partidarias del acomoclitismo (no a los vellos) apabullan a las y los partidarios de la hirsutofilia (sí a los vellos).

Lógico, hay excepciones. En Corea del Sur y otros países del Extremo Oriente las mujeres optan por mantener crecido el vello púbico, pues lo consideran signo de fecundidad y de sexualidad satisfecha y sana. En Occidente, la actriz Cameron Díaz, por ejemplo, es una ferviente defensora de la vulva florecida, y así lo consignó en su texto The Body Book. Emma Watson, destacada actriz graduada en literatura inglesa, en artículos para la prensa seria ha hecho apología del vello púbico. Petra Collins, modelo canadiense, piensa de la misma manera. Y para ser equilibrados, noticias de última hora nos informan que una encuesta arrojó que el 52 % de los universitarios norteamericanos no ven la necesidad de rasurarse los genitales. Que la Divinidad los siga aconsejando.

Por otro lado, es fama que el poeta Lord Byron tenía más de 200 sobres con los vellos venusinos de sus amantes, todos con sus respectivos nombres. Gatico fue la palabra tierna que utilizó Henry Miller para llamar a la vulva en Trópico de Cáncer. En la novela El libro de un hombre solo, el chino Gao Xingjian (premio nobel 2000), no describe un abundante follaje, pero sí destaca la multiplicidad de gaticos. Bastantes y diversificados miaaau. Y en la pintura, el cuadro de Gustave Coubert titulado El origen del mundo (1866) nos da una visión estética y espléndida del pubis florecido. Al parecer, al vello púbico, como a muchas cosas, sólo lo salva el arte. Deseo equivocarme. De lo contrario, por favor, ¡qué desastre!

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